Marco CAR
perritoSolía salir mucho con el perrito. Me daba lástima con él porque, todo el día se la pasaba encerrada en la casa, porque ni mis hermanos ni yo podíamos sacarlo a pasear por cuestiones de trabajo. Y un día, que llegaba cansado en la noche, dejé el portafolios y comencé a quitarme la corbata y el saco y todo eso y sentí que me miraban. Era el perrito. Movía su colita. Y entonces, no sé por qué, lo solté:
- ¿Quieres ir a la calle?
Inmediatamente, el perrito se dirigió a donde está colgada su correa y comenzó a levantarse con sus dos patitas traseras y a pegarme en las piernas emocionado.
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Me quité la ropa que llevaba puesta y me puse unos pantalones de mezclilla (blue jeans, pues) y unos tenis mientras el perrito daba vueltas alrededor de mí moviendo su colita.. Agarré el mini disk y me salí con el perrito.
No tienes idea de lo contento que iba por la calle, se acercaba a cada arbusto y arbolito que veía. De verdad se veía muy contento y parecía que fuera a ser su último paseo. Entonces pensé que debería hacer un esfuerzo, por, en lo posible, sacarlo a dar un paseo con mayor frecuencia.
Y durante una semana, el perrito, cuando me veía llegar se emocionaba porque sabía que saldríamos a dar una vuelta. A veces me sentía muy cansado, sin ganas de hacer nada pero me sentía un poco obligado con el perrito. Y es que, ahora que hay este perrito aquí no puedo evitar ver como es cruel la gente con los animales. Hay un perrito en que está en una casa por la que debo pasar cuando voy al trabajo, que lo tienen amarrado a un árbol (con una soga muy pequeña) y que está sobre un banco. Lo ponen ahí para que no orine, etc. en todo el patio, y el perrito, por no caerse del banco, permanece ahí no sé por cuánto tiempo. Es un crimen. Y también hay muchos perros en la calle, que no comen, que están a expensas de los automovilistas, etc. Y es que la gente, para no tener que lidiar con ellos, durante el día los avienta a la calle y solo en la noche los meten a las cocheras y patios para que sirvan de vigilantes.
La cosa es que, un día que salí con el perrito a pasear, un día que el perrito estaba disfrutando particularmente porque lo lleve cerca de un pequeño parque (y luego de dos días en que no había podido sacarlo), al regresar a la casa, apareció por detrás de mí un perro más grande. Era un Snauzzer que atacó al perrito. Sin que pudiera evitarlo, los dos perritos se trenzaron con sus garras y colmillos. En la oscuridad no podía ver bien qué pasaba, salvo un remolino grisáceo que dibujaban en el aire los dos perros peleando. La correa comenzó a enredárseme en los pies y entonces escuché los quejidos de mi perrito. El otro perro era más grande y mi perrito tenía, además, la desventaja de estar sujeto a la correa, por lo que, sin saber cómo, le quite el seguro a la correa y con el puño intenté golpear al otro perro. Dieron varias vueltas mordiéndose uno al otro hasta que acerté y golpee al snauzzer. Lo sentí de verdad, porque escuché su quejido. El golpe hizo que se aturdiera y soltara al gallito (así se llama mi perro). Entonces pude separar a mi perrito, cargándolo. El otro perrito salió corriendo hacia una casa que estaba enfrente.
Apenas estaba tratando de entender si mi perrito tenía algo, si estaba muy herido, cuando dos tipos se acercaron enojados. Eran los dueños del otro perrito. Comenzaron a insultarme. Según su lógica, debería haber dejado que los dos perritos se pelearan. “Son animales” dijo uno. Al final les dije que importaba muy poco lo que pensaran y que llamaría a la perrera si veía a su perro suelto por el barrio otra vez ( y es que el snauzzer está todo el tiempo en la calle y a mí, un día que iba al trabajo me había lanzado una amago de mordida). No pensaba hacerlo, porque en la perrera seguramente lo iban a sacrificar, pero eso tranquilizó las cosas. Mi perrito iba jadeando mucho y sentía su corazón latir cuando llegué a la casa. Tenía algunas heridas muy leves. Pero me me veía con un brillo en sus ojos mientras se dejaba revisar. Cuando termine de revisarlo, él comenzó a lamerme la mano.
Al siguiente día, cuando iba al trabajo, pensé en cómo podría sacarlo otra vez esa noche. Era posible que otro perro nos saliera al paso. Al vecino de al lado le habían matado a su perrito igual que al mío, porque hay unos que tienen un rodweider al que sacan a pasear sin correa.
Dos días no lo saqué a pasear. Pero luego pensé que lo único que podía hacer era evitar que otros perritos se acercaran, pero que mi perrito no podía pasarse toda la vida encerrado y que yo no podría pasar la vida temiendo porque le pasara algo.
Y esto es una metáfora de lo que es la vida ahora en México. Todos estamos así, esperando donde va a saltar alguien y asaltarnos, ya sea un ladrón, un político o alguien con poder. Un día me dijeron que las mascotas se parecían a sus dueños. Me pareció ridículo eso. Pero ahora comienzo a sospechar que es así.
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